martes

INFELICES


Se dice que uno de los atributos que separan a la especie humana del resto del reino animal es la capacidad que tenemos para reconocer en los demás los sentimientos que nosotros mismos somos capaces de tener y experimentar; es decir, nos identificamos con los demás sobre la base de acontecimientos pasados o por venir. Cuando vemos a otro sufrir por cualquier causa, recordamos situaciones similares y nos solidarizamos; cuando nos piden para la Cruz Roja, pensamos que tal vez alguien próximo necesite alguna vez de su ayuda.

Este tipo de asimilación y canalización de las emociones ajenas es lo que nos hace ser seres sociales (y sociables). Parece una tontería, pero actos tan simples como aportar en una colecta, portar un lazo que simbolice una causa solidaria o tender la mano, dar un abrazo, regalar una sonsisa o escuchar al que necesita desahogo tienen puentes hacia los otros que sólo nosotros tendremos el privilegio de transitar.

Pobres de aquellos que fracasan a la hora de contruir sus propias redes sociales. No solo son enfermos, sino infelices.


P.S.: Leed éste interesante artículo de Eduard Punset sobre las raíces de la infelicidad.

miércoles

TACOS

Decir palabrotas alivia el dolor

“Decir tacos es una forma emocional de expresión y un fenómeno casi universal en el lenguaje humano”, asegura Richard Stephens, que en un estudio con 64 voluntarios ha comprobado que diciendo palabrotas somos capaces de resistir durante más tiempo el dolor que genera introducir las manos en un recipiente lleno de hielo. En concreto, los sujetos resistían el dolor durante 40 segundos más lanzando improperios que si decían palabras no ofensivas, como describir el aspecto de una mesa. Además, la intensidad del dolor percibido también se reducía con los tacos (hipoalgesia).

“Parece que existe una razón para el desarrollo de estas palabras en todos los idiomas”, concluye Stephens tras el experimento, cuyos detalles se publican en la revista especializada NeuroReport.


Fuente: Muy Interesante

martes

SOBRE LAS PERSONAS HIJAS DE PUTA

Me pasan una cita de Jorge Bucay:

Hay gente que hablando de otra persona dice: “no puede ser tan hija de puta”...

¿por qué no puede? Puede ser así de hija de puta y más, ¿Por qué no va a poder serlo? Puede ser todo lo hija de puta que quiera, ésta es su decisión.

Y será tu compromiso y tu responsabilidad defenderte de este tipo que es una mala persona. Esto es tuyo, no de él. Es tu responsabilidad. No podemos seguir echándole la culpa al otro.

lunes

LA INJURIA, LA CALUMNIA Y LA DIFAMACIÓN

Supongamos que una persona acusa a otra de haber hecho algo sin más pruebas que la propia imaginación del acusador ¿Estamos ante una injuria, una calumnia o una difamación?

Bien, veamos: La injuria es cuando de palabra o de obra y dándole publicidad se lesiona la dignidad, el honor o la reputación de otra persona. Similar definición se puede achacar a la difamación, si bien el matiz en difamar (desacreditar a alguien haciendo público algo contra su buena opinión y fama) es que la difamación se hace con el ánimo expreso de dañar la reputación del otro. Para que exista la difamación, lo de menos es si los hechos han podido ser ciertos o no, ya que lo importante es que la intención de hacerlo público ha sido la de hacer daño a la otra persona. Es así, por ejemplo, cuando se atribuyen hechos del estilo de la infidelidad, prostitución o se menospecia o se denigra a otra persona. La calumnia va aún más allá porque se trata de imputar a otro falsamente un delito (algo muy concreto y fuera de la ley) a sabiendas de que no lo ha hecho.

No voy a seguir por el plano legal, ya que la mayoría de los casos que se dan no llegan a los juzgados (el tipo que acusa a otro de hacer trampas a las cartas o la maruja que chismorrea con otras acusando a su cuñada de ponerle los cuernos a su marido) y porque, además, no sé nada de leyes. Quisiera, sin embargo, acercarme un poco al plano moral del asunto.

¿Cual debe ser la acción del injuriado o difamado? Es una papeleta muy dificil, sin duda. Prácticamente no existe defensa para el que recibe la injuria. En este tipo de casos parece, encima, que la carga de la prueba la tiene que aportar el propio insultado; es decir, además de que te insultan tienes que demostrar que el insulto es mentira. Se produce así un sentimiento de frustración, de rabia y de indefensión enormemente dañino. El calumniador ha conseguido lo que quería.

¿Cual debería de ser la actitud de los oyentes de la injuria? En teoría, no deberían decantarse hacia el que injuria, ya que por definición no aporta prueba alguna de la acusación que realiza. Lo correcto es apiadarse del injuriado, apoyarle y despreciar al que ha insultado. Pero pensar que todos obramos con rectitud sería pecar de ingenuidad, por no decir de pura imbecilidad. Al humano nos encanta difundir rumores, infundios; añadir retales de nuestra cosecha, avivar las brasas de una vieja rencilla siendo portador de la buena (mala) nueva. Somos unos hijos de la gran puta, aunque un autor teatral lo dijo de manera más fina:

La calumnia es como la moneda falsa. Muchos que en manera alguna la hubieran acuñado, la hacen circular sin escrúpulos.

O ese otro poeta italiano que decía:

Las injurias tienen una gran ventaja sobre los razonamientos y es la de ser admitidas sin prueba por una multitud de lectores.

La "sabiduría" popular consuela las conciencias con aquello del "cuando el río suena...". Es por ello que todos sabemos aquello del "difama, que algo queda" y lo practicamos siempre que podemos. Se añade, por último, entre los que obran fuera de la moral un grupo de individuos que optan por la equidistancia. Son de los que dicen "yo no me meto, soy amigo de los dos y no voy a ser yo quien diga quién tiene la razón". Éstos, tal vez sin darse cuenta, están dando validez a la difamación, otorgando credibilidad al que insulta y, por tanto, posicionándose realmente a favor del calumniador.

No estoy descubriendo la pólvora, desde luego. Para terminar, os voy a poner una de las arias de ópera más famosas de las compuestas para voz de bajo titulada, precisamente, la calumnia. Pertenece a la ópera "El barbero de Sevilla", de Rossini y el video tiene los subtítulos en castellano. No os lo perdais: