jueves

MUJER EXTREMEÑA DE ALTOS VUELOS

Con la cosa esa de las vacaciones, he pasado unos días en el pueblo de Juanillo. Allí he tenido ocasión de disfrutar de largas conversaciones con su nuera: mujer, sabia y vieja; que viene a ser todo lo mismo. Durante una de las charlas, que trataba, iba y venía (sin ton ni son) de romances, postfeminismo, canciones antíguas y libros que leyó en su juventud me refirió la historia vieja de La Serrana de la Vera.

La historia, tal como la contaba; parecía referirse a alguien de principios del Siglo XX. Luego, con Internet en la mano, descubrí que la historia se remonta, al menos, hasta el siglo XVI y que el Arcipreste de Hita, Lope de Vega, Luis Vélez de Guevara o los eruditos Caro Baroja o Menendez Pidal han tratado su historia de diversas maneras.

El cuento va de una moza del norte de Extremadura. La muchacha debía estar de buen ver (alta, rubia, con falda muy corta y sandunguera, dicen de ella). Sin embargo, tras sufrir un desengaño amoroso, pierde la confianza en los hombres y se marcha a la montaña (por Monfragüe y por ahí) para no sufrir nunca más. Hasta aquí, todo bien. Lo curioso del caso es que hombre que pasaba por esas montañas, hombre que desaparecía. La serrana los llamaba, los seducía y se los llevaba a una cueva donde les ofrecía una fabulosa cena, para acabar acostándose con ellos. Luego, los mataba en venganza por el sufrimiento que había padecido y se dedicaba a hacer figuritas con sus huesos.

En el ideario popular, se la muestra como una heroína, una mujer avanzada y libre para su tiempo; una femme fatale, algo así como un Don Juan en femenino. Así la describe el romance:


En el camino de Garganta,
cinco leguas de Plasencia
habitaba una serrana
alta, rubia y sandunguera

Vara y media de cintura
cuarta y media de muñeca
los cabellos que tenía
hasta el zancajo la llegan.

Trae el cabello trenzado
debajo de una montera
y, porque no la estorbara,
muy corta la faldamenta

Cuando tenía ganas de agua
se subía a las altas peñas
cuando tenía ganas de hombres
se bajaba de la sierra.

Vivía sin ataduras mundanas, montaba a caballo, cazaba con ballesta y era sexualmente libre. La lástima es que el cuento acaba mal: Un joven apuesto logra escapar tras la coyunda (ella se duerme primero, ver para creer), la denuncia, una partida sale en su busca, la capturan, la juzgan y la condenan a la horca.

Muy pronto los cuadrilleros
de los pueblos de la Vera
subieron a la montaña
y rodearon la cueva.

La toman declaración
por si ella lo deniega.
—Y un desengaño amoroso
me hizo perder la cabeza
y marcharme a la montaña
y vivir como una fiera.


Si queréis más información, ésta es la entrada sobre La Serrana en la wikipedia. En el pueblo extremeño de Garganta la Olla (de donde en teoría es originaria La Serrana), tiene dedicada una estatua:


En youtube hay varias versiones del romance: Click.

Sin duda, una extremeña de armas tomar.