sábado

MANOLO CUMPLE AÑOS

No debe ser facil ser el cuarto de cinco hermanos. Estar bajo la sombra del poder del primogénito, del liderazgo natural del segundo, del carisma del tercero y de la rareza independiente del pequeño debe dejar poco márgen para asomar la cabeza. Quizá por eso de pequeño adoraba leer El hombrecito vestido de gris; en los tiempos en que un niño podía admirar a alguien llamado Fernando Alonso y no querer ser piloto de carreras, sino escritor. Pero, como el personaje del cuento, un día se afeitó el bigote gris y el mundo, su mundo, lo descubrimos. Y le admiramos en secreto.


Tal vez no llame la atención lo suficiente como para que alguien le escriba un poema, ni impondrá su criterio pisando el de otros, ni correrá una marathón. Tampoco recibirá el elogio de quien sí se lo da a un charcutero, a un panadero o al tipo que abre la puerta de una tienda de café. Tal vez un día ya no haya gente que crea que el prestigio lo da el número de bufandas con un logotipo que puedes conseguir. Estamos rodeados de mediocridad y no es facil conseguir el elogio del mediocre cuando tú no lo eres.


Y no puede ser mediocre alguien poseedor de su especial capacidad para el análisis numérico y la intuición en su campo; alguien que, literalmente, rompió cadenas de esclavitud y emprendió una aventura profesional incierta donde otros no hubiéramos ido y, sobre todo, alguien que ha conseguido lo imposible: darles a sus hijas el punto exacto entre educación y libertad. Alguien con la absoluta voluntad de dar nunca puede ser mediocre.

Gracias por existir y reconcíliate pronto con el mundo.


DECÍAMOS AYER

Aunque esté muy visto, retomo el blog con la célebre frase de Fray Luis de León "Decíamos ayer...".

Como sabéis, el inmortal agustino era profesor en la universidad de Salamanca cuando fué encarcelado y procesado por la Inquisición (ya hemos hablado aquí de la inconveniencia, por decirlo de alguna manera, que suponía traducir la Biblia hasta hace poco) durante un periodo que se alargó hasta cinco años. Finalmente fué absuelto y regresó a las aulas salmantinas, donde comenzó su primera clase con un ampuloso "Como decíamos ayer...".

Y fué ayer, ayer mismo, cuando; con un hermano poeta, recordábamos divertidos pero venerantes a Miguel Hernández. Cuentan que cuando Miguel Hernández entró en el aula donde Fray Luis impartiera clase, el pastor murciano se arrojó al suelo y lo besó frenéticamente.

Y no fué ayer, pero apenas hace tres semanas, que se conmemoró el centenario del poeta de Orihuela. Hoy aquí se le homenajea.



Elegía

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.