Es difícil para alguien como yo, con una formación científica y no humanística, analizar profundamente las aportaciones literarias de este o aquel libro o novela, sin embargo, creo que ningún lector puede ser bautizado como tal sin haberse adentrado, navegado (y, a veces, perdido) en las páginas de Rayuela, de Julio Cortázar.
En primer lugar, la elección ha sido difícil, ya que el tiempo empleado en lecturas tan atrayentes como las grandes obras de Gutierrez Rios, Mahan o Burriel (libros universitarios de qúímica) impiden otras lecturas que haga mas objetiva la elección. Sin embargo creo que el que esto escribe atesora la suficiente sabiduría lectora como para decantarse por tan insigne novela. Este título se puede leer de cientos de maneras diferentes, de las cuales el autor nos sugiere dos de ellas en un Tablero de Dirección que se encuentra en la primera página (al mas puro estilo de "elije tu propia aventura"), pero ésto es anecdótico. Mi sugerencia al nuevo lector es que abra el libro por cualquier página y lea. Es el placer de leer por leer, sólo eso hace que las hojas se sucedan. Si hasta ahora no ha habido suficientes razones para que usted lea este libro (que es el único fín que persigue este humilde aprendiz de crítico) intentaré metérselo con cucharaditas:
En la primera cucharada (mira, aquí viene un avión) diré que el libro se divide en dos partes: la primera, la estancia de Horacio Oliveira en París donde éste convive con La Maga, y entre una críptica historia de amor y desamor suceden escenas donde la espléndida pluma de Cortazar hace real lo irreal. En la segunda parte Horacio vuelve a Argentina donde reencuentra a viejos conocidos y vuelve a vivir el pasado con sus viejos fantasmas hasta enloquecer.
En la segunda cucharada (ésta por la abuelita), diré que Rayela es un muestrario de técnicas literarias novedosas, Sin ir mas lejos, la novela comienza con una pregunta “¿Encontraría a la Maga?” Lo que nos hace pensar la cantidad de cosas que desconocemos de la novela y que nos induce a seguir leyendo. La novela entera es experimentación con las palabras, las frases, lo que se dice y lo que no se dice.
La última cucharada (Hay que rebañar el yogurt) la da la categoría de obra maestra de la novela y, claro, da categoría al que la lee.
Una vez que leas Rayuela, será un iniciado. Luego, si tienes cojones, métete con el Ulisses de James Joyce; luego vienes y me lo cuentas.
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