El arma del crimen fue una de las pesas del reloj de pared. El tiempo, en este caso, sí fué inexorable.
El autor del homicidio fue un vendedor a domicilio de enciclopedias de esas para las cuales todavía existe un país llamado Abisinia.
No hay móvil, sólo un Motorola olvidado sobre el sofá con funda de ganchillo bajo el reloj de pared.
El autor del homicidio fue un vendedor a domicilio de enciclopedias de esas para las cuales todavía existe un país llamado Abisinia.
No hay móvil, sólo un Motorola olvidado sobre el sofá con funda de ganchillo bajo el reloj de pared.
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