miércoles

COLAS

Días de vacaciones y colas en todas partes: Colas en el mercado, colas en el cine, colas en el Burger, colas en el super, colas en los chiringuitos de la feria local. Quedamos cuatro gatos en la ciudad, pero hay colas por doquier.

Eliges la caja 24 en el Hiper del centro comercial. Sólo hay dos personas delante tuya. En pocos minutos estarás fuera. Miras a la cajera y te desesperas. Ella toma un interfono y llama a la encargada porque no sabe como marcar los productos de la frutería. La cosa va para rato. Miras a la caja de al lado y tan solo (de nuevo) hay dos personas esperando. Cambio de caja. Miras de nuevo a la cajera. Todo va bien. Llega el momento de cobrarle al cliente que ocupa dos puestos delante tuyo. Paga con tarjeta. Mejor, no tiene que darle vuelta. Se equivoca al aplicarle un descuento y tiene que hacerle un abono en la tarjeta. No sabe. Coje el interfono y llama a la encargada, que, por suerte, andaba en la caja de al lado. Miro mi cesta y cuento los productos. Siete. Dicen que existen cajas rápidas para cestas con menos de seis productos. Estoy tentado de dejar la pasta de dientes. Descarto el cambiarme de nuevo de caja. Seguro que soy yo el gafe. Siempre elijo la cola más lenta. Tras cinco minutos, salgo de allí.

Como no me apetece cocinar, me voy al Burger. Una cola común que luego se bifurca a las distintas cajas. En este caso, como no elijo yo, todo irá bien. Ya me toca. "Un menú nº 2 para llevar, por favor". "¿Para tomar aquí?". "No, Para llevar". Juraría que ya lo había pedido para llevar. Será mi tono de voz, supongo. El dependiente, toma la bandeja y la porta hasta el lugar donde sirven las hamburguesas, estantes donde van resbalando los emparedados empapelados. Llena el refresco pulsando el botón de un surtidor y completa un sobre de papel con patatas fritas. Pone unas servilletas, la pajita para el refresco y unos sobres de ketchup sobre la bandeja. Me la entrega sobre el mostrador. Miro al dependiente, a los ojos, y le digo "¿Me lo puedes poner en una bosita para llevar, por favor?". "Claro, señor". Salgo del centro comercial y veo mi imagen reflejada en uno de los múltiples espejos que hay. Tengo cara de cansado. Será el calor.

¿Le interesa a las grandes multinacionales la satisfacción de los clientes?. No.

Después de que las compañías de telecomunicaciones hayan dilapidado su prestigio (si alguna vez lo tuvieron) gracias a un pésimo servicio telefónico de atención al cliente, ahora es el turno de las compañías en las que existe un contacto presencial con los clientes. Cajeros, dependientes, reponedores, cobradores, personal que supuestamente asiste al cliente en caso de dudas... Todos ellos tienen actualmente un pésimo nivel. Desde la cajera del super hasta el supuesto responsable de la zona de librería o discos en los Grandes Almacenes Ingleses que, al pedirle un título, responde "si no está en la estantería, no lo tenemos" o "de música clásica sólo tenemos las novedades".

La explicación es sencilla y triste a la vez: Reducción de costes.

Cuanto menor es la cualificación, menor es el salario a pagar. Cuanto menor es el salario, mayor es la rotación y menos quebraderos de cabeza dan los empleados al empresario. Los damnificados somos nosotros, los consumidores, ya que al empresario le da igual. Con la concentración de empresas (cada vez más existen los oligopolios, con lo que el reparto de la tarta tiende a equilibrarse), el empresario sabe que, al final, caemos y consumimos; con lo que eso de "la satisfacción" mas bien se la suda.

700 € al mes y queremos que encima sepan de literatura. Si, al final, la culpa es nuestra. Por snobs.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El mito del barrendero con dos carreras ya no existe.

Interesante blog.