Me he dado cuenta de que hablo demasiado. Y por eso la cago casi siempre. Las personas tendemos a simplificar el mensaje de nuestro interlocutor para su mejor etiquetado y archivo. Buscamos señales verbales y paraverbales que nos muestren si el tipo con el que hablamos es facha o progre, machista o feminista, religioso o ateo, tonto o listo. Pese a mi esfuerzo por matizar opiniones, poner ejemplos o especificar que se trata de opiniones basadas en experiencias propias y, por tanto, subjetivas; siempre me queda la sensación de haber fracasado al expresar la idea que tengo sobre un determinado tema.
Desde hace un par de lustros se nos bombardea con dos patrañas convertidas en títulos de libro de autoayuda: Asertividad y empatía. La primera habla del derecho a expresar libremente pensamientos y sentimientos de manera honesta. La segunda nos pide cierta capacidad para sentir y comprender las emociones ajenas. Una mierda para las dos.
2 comentarios:
Los hindúes dicen que Dios dio al hombre una boca y dos orejas para que escuchara el doble de lo que hablara.
Un abrazo
Asertividad: comportamiento comunicacional maduro en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos.
¡Mentira! Dar tu opinión real, basada en tus convicciones, o defender tus derechos delante de personas poco equilibradas, osea la mayoría, o con poca capacidad, hará que tengas que verte en situaciones irracionales, en las que se hagan los ofendidos o se sientan aludidos y atacados, porque ni siquiera lo han entendido.
¿A quién no le ha pasado? Eso de: "si uno no quiere, dos no pelean", pocas veces logra resultados positivos.
Los que se llevan bien con todo el mundo, no son honestos ni sinceros, dicho de otro modo, son unos bienquedas.
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