sábado

TONTITOS

Ayer, mientras viajaba en el metro de regreso a casa, se sentó a mi lado un chaval con síndrome de Down. Portaba un cuaderno y un bolígrafo y noté cómo iba escribiendo durante el trayecto. La curiosidad me pudo y puse atención en lo que escribía. Lo hacía despacio y con una letra muy redonda y grande, que estimé parecida a la que yo tenía a los 8 años.

Con disimulo miré lo escrito y leí, de entre unas 6 frases escritas en la hoja, las dos mas centrales:

"Colocar la carta de los vinos."

"Doblar bien las servilletas."

Sin duda eran las instruciones de un trabajo donde acabaría de empezar; quizá tal vez aún estuviera en fase de aprendizaje o incluso en mitad de un duro proceso de selección de un trabajo del cual podéis imaginar la cualificación.

Mi imaginación rápidamente viajó a diferentes lugares, hechos y recuerdos personales que me cabrearon durante un instante, para luego desaparecer de mi mente y centrarme de nuevo en mi lectura.

  • Hace 5 años, una jefa que tuve hizo referencia a un Centro Especial de Empleo de una empresa de servicios financieros como "el sitio ese donde los minusválidos se dedican a lavar y doblar sábanas y toallas".
  • Hace un año me sirvió en un restaurante de comida rápida el hermano de un compañero de colegio. El chaval había tenido con 7 años un tumor en el cerebro. Yo lo conocía de pequeño y era realmente brillante. Ahora limpia mesas en un Burger King.
  • Hace unos meses, un compañero de trabajo al traerle a su equipo a un discapacitado (le faltaba un brazo), dijo "ya tengo a una sorda, a un ciego y a un manco; creo que ya he cumplido el cupo de tullidos".
  • Hace un par de días, una exministra y diputada, se refirió a los discapacitados que trabajan en el Congreso como "los tontitos" (click).
Odio lo políticamente correcto y soy el primero en hacer bromas sobre mi corta vista; pero reconozco que hay algo que se me remueve por dentro cuando veo que hay alguien que se aprovecha de estos trabajadores de segunda, de esos a los que se les manda doblar toallas en una lavandería y no dejan el puesto hasta que no les sangran las manos.


1 comentario:

Casía dijo...

A mí también me cabrea,¡como si no fueran ciudadanos de pleno derecho!esa es la politica de nuestros gobernantes