Aunque me identifique mas o menos con algún partido, no me vereis apoyar públicamente a ninguno (aunque sí votaré). Esto es así porque tenemos un sistema electoral con el cual no estoy de acuerdo en absoluto. Un modelo comunitario de participación directa, donde la ciudadanía participe directamente en la gestión de lo público sería, desde mi punto de vista, lo adecuado.
La democracia que tenemos ahora mismo (de listas cerradas y elecciones cada cuatro años) es un sistema en el cual los ciudadanos entregamos nuestra parte de soberanía a cambio de una papeleta; la cual, la mayoría de las veces, carece de valor por nuestro sistema electoral. Después, tenemos que esperar cuatro años para echar a esos gestores electos que nos han salido ranas, inútiles, corruptos o símplemente tontos.
La democracia que tenemos ahora mismo (de listas cerradas y elecciones cada cuatro años) es un sistema en el cual los ciudadanos entregamos nuestra parte de soberanía a cambio de una papeleta; la cual, la mayoría de las veces, carece de valor por nuestro sistema electoral. Después, tenemos que esperar cuatro años para echar a esos gestores electos que nos han salido ranas, inútiles, corruptos o símplemente tontos.
Por otra parte, detesto a la clase política. A toda. Durante la dictadura, cuando la militancia en los partidos estaba prohibida, ser de un partido tenía visos de ser algo heróico y ejemplar. Con el transcurrir de la democracia, la política se ha convertido en una carrera profesional. Ahora tenemos ministros que no han hecho otra cosa en su vida profesional sino militar en un partido y escalar posiciones en unas listas.
De ellos, los peores son los nacionalistas, que por intereses personales y políticos no dudan en instigar demagógicamente la memoria colectiva mas turbia de todos nosotros, alentando odios.
Tampoco los líderes sindicales son lo que eran y los que un día fueron héroes civiles (Redondo, Camacho, Sartorius...) aparecen ya en los libros de historia. Ser dirigente sindical ahora supone un puesto de trabajo fijo, poco curro, bien remunerado y sin responsabilidades. El sindicalismo es algo pasado de moda.
En conclusión: es necesario una nueva legislación electoral, que exista un verdadero control efectivo del poder y una verdadera apertura al pluralismo de las ideas; en definitiva, un cambio en las costumbres de la política, para que el que escribe se moje políticamente.
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