Uno de los periodistas más importantes del siglo XX, Walter Lippman, escribió un ensayo titulado "La opinión pública" donde habla de estereotipos y prensa y cómo ambos influyen en la democracia. El libro es de 1922 y, aunque no entero, he tenido la oportunidad de leerlo a retazos y, si bien ya sabido, lo que dice me ha dejado impresionado.
El tipo expone que la opinión pública influye de forma decisiva sobre el gobierno y el poder político; pero esa opinión pública se alimenta de informaciones que seleccionan y elaboran los medios de comunicación, sin reflejar siempre bien la realidad. Aunque lo ignore, el ciudadano no ve la realidad exterior, sino tan sólo la imagen que los medios de comunicación le envían a su radio, periódico, televisión o internet.
¿Cómo son seleccionadas las noticias? ¿A qué obedece que duren más o menos en primera plana? ¿Son fiables los periodistas que muestran sin reparo sus inclinaciones ideológicas? ¿Nos importa realmente la realidad o sólo esperamos oir y ver lo que queremos?
La clave de la calidad de la opinión pública y de nuestros medios de comunicación y, por tanto, de nuestra democracia, está en que los ciudadanos estemos bien educados y formados, que seamos exigentes a la hora informarnos, que seamos capaces de distinguir la mentira y la manipulación y que castiguemos ésta no poniendo los canales, leyendo los periódicos u oyendo las radios de aquellos que están abusando de nuestra confianza.
Nos va mucho en ello.
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