Una vez un rey paseaba por el bosque y vio a un pobre viejecito que se afanaba en un surco. Se acercó a él y vio que estaba plantando nogales. Le preguntó por qué lo hacía y el viejecito le respondió: «Me encantan las nueces». El rey le dijo: «Anciano, no castigues tu encorvada espalda sobre ese hoyo. ¿Acaso no ves que cuando el nogal crezca, tú no vivirás para recoger sus frutos?». Y el anciano le respondió: «Si mis ancestros hubieran pensado como vos, majestad, yo nunca hubiera probado las nueces».
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