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PRESENTACIÓN

En la Sierra Norte de Sevilla; justo en la encrucijada de las provincias de Badajoz, Córdoba y Sevilla y a pocos kilómetros del puente de la Chirivía (que cruza el río Onza, ahora seco), hay un paraje que se llama la hoya de Juanillo.



El lugar tiene su encanto: no es dificil ver, al amanecer o a la caida de la tarde, gamos, ciervos o muflones. Los jabalís son más huidizos y, según decía mi padre, de costumbres más noctámbulas. Una dehesa de encinas y alcornoques, algún roble aquí y allá y, sobre todo, monte bajo.

Pero lo que me gusta de ese sitio en particular es el nombre: Juanillo era mi abuelo. Puede parecer una tontería, pero tener un topónimo de un antepasado me da buen rollo.

De aquel espacio de tierra arrendado; monte espeso por donde corrían linces, zorros, jinetas y lobos; el sudor y la sangre de mi abuelo y de mi padre hicieron un lugar donde vivir, lejos de la guerra, pero también lejos de los libros.

Éste será el lugar desde el que escriba.

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